Mentiras de patas largas

Libro: Bailar junto a las ruinas (2017)

Se creyó implícitamente la pelusa del ombligo del 
planeta, y me contó mentiras de patas largas que yo 
quise creer, sin querer queriendo.

A falta de palabras hipnotizantes, yo solo
pretendía indicarle con los ojos que el
azúcar cuando duerme también tiene pesadillas.

No es que no quiera escuchar lo
que su recuerdo tiene para decirme,
el caso es que no quiero creerle.

En aquellos momentos en que mis palabras y
mis labios no estaban de acuerdo sus ojeras
me observaban atentas. Sus ojos no sé.

Sumé y resté las flores de sus mejillas,
invitándola a una eternidad un tanto breve.
En mi garganta nunca dejó de dormir aquel
guerrero que coleccionaba canciones heridas.

Cuando adjetivaba sus fracasos, siempre
ponía un especial énfasis en la
segunda “e” de la palabra reluciente.

Tenía un corazón desmembrado, pero eso sí, 
autosuficiente. Traía sobre su lomo la oscura sonrisa 
de los que viven con la boca llena de soledad.

Le envío un beso en la distancia, que
termina rebotando contra la pared. Mi amor
propio acaba de descender millones de escaleras.

Duele constatar que todo se reduce a una pléyade de 
experiencias más o menos inconfesables, interpretando 
el mismo papel de siempre, de morder y ser mordidos.

En nuestra simetría de párpados en
trance, prescindimos del cálculo, el artificio
y la irisación. Nunca nos sacudimos
la arrogancia y las preguntas subrayadas.

Aún me pregunto qué sería de
nosotros si hubiéramos guardado nuestras grisáceas 
inseguridades en un lugar más seguro.

Se creyó explícitamente la escandalosa defensora de lo 
inapelable, y me dejó mentiras de patas largas con las 
que me sigo amigando, sin perder perdiendo.

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