Entre tu espada y mi pared


Entre tu espada y mi pared
hay una subterránea melodía, y muchos
verbos que aún pueden ser enarbolados.

Hay marmaja, ordalías, algaradas, un respiro
gris para cuerdas vocales desmemoriadas, y la
promesa de firmarte un espejismo posfechado.

Hay un hueco disponible para el eco de los sueños 
asfixiados, un frasco de monedas, un ángel escéptico 
rondando el jardín y tosiendo su particular sentencia.

Hay una propuesta para deshabitar tinieblas exclusivas 
en nombre de lo perfectible, y una
selfie con fiebre ladrando su monólogo desvencijado.

Hay confesiones inesperadas, que iluminan la noche
como un rayo, y un piadoso etcétera
reemplazando a una retahíla de blasfemias.

Entre tu espada y mi pared hay
una boca que esboza una sonrisa uniformada,
instantes antes de formular una mentira descalza.

Hay epifanías, cláusulas y un carruaje de
madera, hay un pero pendiente en un
insignificante sobre de color marrón oscuro.

Hay espectros que sacan a la calle una
bolsa de basura repleta de consignas que
no llegaron a desembocar en una infusión.

Hay personalidades obsesivas, primitivismo, ebriedad, 
habeas corpus, un muelle, un caudal de fatigas,
y un sendero para pasos que declinan su libertad.

Hay un campo minado en un día de niebla,
donde tropiezo con mi sombra; inverosimilitudes
convincentes y una vergüenza con mala memoria.

Entre tu espada y mi pared convergen el
espesor de una caricia con un par de primitivos 
corazones que todavía se peinan con gomina.

Hay efluvios de colonia barata, colmillos impacientes, 
una terraza donde el agua de una
lluvia invisible se lleva los anhelos vacantes.

Hay instantáneas de humillaciones desafiladas, y 
contradicciones bebidas a mordiscos desbarrancando 
por una antología de argumentos incombustibles.

Hay cuatro ojos donde arde la impronta de
lo irreconocible, hay tanto condenado a desvanecerse 
entre el tintineo siniestro de los epígonos ignorados.

Hay minúsculos aeroplanos que palpitan su amnesia 
sísmica, y un papel con la dirección de
una arboleda donde crepitan las culpas por prorratear.

Hay historias que no caben en las fosas
nasales, hay pretéritos perfectos de traje azul
oscuro escapando de labios sofisticados y artificiales.

Entre tu espada y mi pared han
quedado una insatisfacción rasgándose por dentro, una 
ingrávida angustia y una cuestión por aclarar:

¿Todas estas lágrimas sedientas de sangre
serán eso que llaman vacío existencial?

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