Libro: Apotegmas en el desierto (2014)
Me he sentado
a capturar instantes...
Y de pronto un
viento que trae el aroma
de un helado
de frutilla abofetea
altanero mi
hombro derecho.
Ironiza mi
presente, trayendo
recuerdos
equivocados que encontró
en las axilas
de otro individuo.
Me deleito en
el desorden de una
peregrinación
de hormigas, para
tratar de no
escuchar los consejos
que gorgotea
la egolatría.
No me había
percatado que las horas
venían con
ampollas en los minutos.
Tengo una
tristeza húmeda y poco solemne
en el
estómago, y una tirria añeja
cubierta por
una servilleta a cuadros.
Bebo palabras
ajenas que no siempre me
representan.
No quiero encontrarme afuera,
o sea,
indagando dentro de mí mismo.
La reliquia de
ir moldeando la memoria
con los momentos
que se dejan recordar,
es una fatua y
silenciosa revancha
por sabernos
víctimas de la intrascendencia.
Somos
corazones desesperados que
ostentan un
par de pupilas melancólicas.
Hoy no quiero
pensar en el destino, en
lo eterno, en
lo impasible, en lo absurdo.
Hoy no quiero
pensar en lo inmanente, en
las sobras, en
la niebla, en mis fatigas.
La vida
intenta ser, cuando la dejan,
una de esas
películas en blanco y negro
recitando
obscenas moralejas.
Cualquiera
diría que el mundo se
trata de un
hospital a gran escala,
bostezo de un
siglo de borrosa piedad.
Pasa el
viento, queda el hombre (y viceversa),
y tardíamente
nos disponemos a
redactar una
autobiografía que
jamás
protagonizamos. Finalmente
nos
contentamos con que el alma escriba un
testamento
omitiendo los detalles escabrosos.
Se oye a lo
lejos la emisión clandestina
de una radio
de frecuencia modulada.
Intuyo que llegará esa tarde en que nuestra
piel se olvide
de sentir las cosquillas,
que el mínimo
roce sea solo el
pinchazo de
una aguja para un maniquí.
En una misma
vereda caminan
juntos, sin
levantar la cabeza los
dichosos y los
tristes; dualidades de
la muerte
(léase vida) moderna.
Juraría que
somos nosotros los
que legamos la
crueldad al olvido.
Hoy no quiero pensar
en la Parusía ,
zapatos
nuevos, analepsis, caligramas.
Hoy no quiero
pensar en cosmogonías,
códigos
cifrados, cíclopes, calamidades.
Me he sentado
a capturar instantes...
Y uno de ellos
me enseñó que las huellas del
destino se
dejan con cordones desatados...
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