Vocación de tiranos

Libro: Apotegmas en el desierto (2014)

Entonces, entre la nada del mundo ella fue todo para él,
respirando la paz de un planeta en miniatura girando 
en torno a sus caricias.
Tripulantes de la desdicha, encallan sus penas por última vez.

Veinteañeros. Eternos y fugaces. Se miran a los ojos. 
Aquello que no fue es una espiral interminable.
Actúan como si la vida humana dependiera de 
lo que ocurre en esa habitación.

Los besos propician una escena ficticia donde 
burlar a los mercenarios de las vidas ajenas.
Cronología de un tiempo donde la sangre 
corre más rápido que los minutos.

Allá afuera, ángeles de esta era de absoluto oscurantismo 
llevan las alas cargadas de misiles tierra aire.
El escenario es improvisado ... Un país con exceso
de recursos al que resulta imprescindible devastar.

El general en jefe de la operación observa por 
enésima vez imágenes satelitales de la zona a destruir.
¿Será parte del entrenamiento o acaso espontáneo 
el desprecio que el general siente por la vida del prójimo?

Sus rígidas facciones subrayan la experiencia que otorga 
ser verdugo en un proceso sin abogado defensor ni tribunal.
Desde el aire, las víctimas son solo puntos inmóviles. 
Vistos de cerca, también.

Lo "bueno" de los conflictos bélicos de estos tiempos 
es que gracias a los avances en las comunicaciones
la humanidad está al tanto de lo que ocurre y lo repudia. 
Lo malo es vivir precisamente en ese lugar.

Vocación de tiranos, cortar las manos 
que se entrelazan, cuando juegan a querer.
Es tristemente anecdótico hablar de causas y 
consecuencias con tanta desolación flotando por el aire.

Afuera... Rugen las ametralladoras con su odio acumulado.
Dentro... De a dos el miedo se convierte en fortaleza.
Piel e instinto, ejecutan el milagro de olvidarse 
que el fin es un desenlace inminente.

Llevan adelante un boicot perfecto a la 
sistemática violencia que los rodea.
Se alumbran mutuamente, se abrigan, se alimentan.
Lo helado del entorno se contrapone con la calidez de sus corazones.

Todo se está definiendo en un segundo 
(o quizá la sentencia hace meses fue dictada).
Los pocos argumentos que quedaban a favor de la paz
en ese rincón del mundo, ya han sido arrojados a la basura.

Incluso el viento y su constante tartamudear 
de metáforas se detuvo en esos instantes.
Quizá no quería invadir el último trozo 
de ternura de una ciudad en llamas.

También ocurre que el futuro se convierte 
en una hoja en la que nadie ha de escribir.
Cuando se habla de paz, nada se dice de 
los muertos que yacen detrás de esas tres letras.

Mientras todo estallaba, ellos hacían el amor.
Mientras todo era terror, ellos se volvían inexpugnables.   

Cuando el ejército llegó portando su maldito rumor de destrucción, 
encontró en la pared simplemente cuatro palabras: Quien ama no muere.

Quien ama no muere. Si los constructores del dolor amaran, tal vez lo sabrían.
Quien ama no muere. Si los constructores del dolor amaran, no serían asesinos.

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