“Cómo no amar a la tierra / como a una madre se ama / si nací el 1 de agosto como la Pachamama”, dice el lúcido Aledo Luis Meloni en la mañana lluviosa del miércoles 30 de julio de 2014. Hace más de una hora que nos hace reír con anécdotas de su paso por NORTE y el recuerdo de sus años como maestro rural. Hoy cumple 102 años y poco más de 70 años que llegó al Chaco desde la llanura de Buenos Aires.
"Soy una isla en medio del océano, que es el tiempo. Una isla perdida, que quedó ahí en el medio. Una isla que está esperando que la arrase el agua"
El cielo se cruza de relámpagos en este miércoles gris y húmedo de fines de julio, pero no importa porque dentro de una casa de la calle Don Bosco, Don Aledo a sus 101 años nos hace reír como si fuéramos niños en el recreo de la escuela. Tremendamente lúcido y memorioso lo encontrará este nuevo onomástico: es difícil escribir y describir la sensación que a uno le queda después de hablar con una persona como él. Quizás la frase “la vida es buena” puede acercarse a decir la inmensa gratitud que a uno lo inunda después de conversar con Don Aledo.
Amor y muerte
El amor y la muerte son los grandes temas de la vida y también de la poesía. Imposible no remitirse a ellos cuando uno entrevista a un poeta y en este caso a un sabio de la vida como Aledo.
Hasta para explicar cómo se siente ante este nuevo cumpleaños y la ausencia de la muerte, Aledo Luis Meloni es un inmenso maestro de la sencillez y un hombre en donde la cultura del trabajo tiene un peso increíble.
“La verdad es que desde que dejé de trabajar ya no me hallé tanto porque estoy comiendo el pan que podría comer otro, usando la ropa que podría usar otro. En cierto modo estoy de más porque si ya no trabajo, me pregunto que estoy haciendo acá”, dice el coplero. Sin embargo, pronto Don Aledo ensaya una sonrisa y saca del bolsillo una historia graciosa para hacer pasar esa pizca trágica que tiene la generosidad del tiempo con él.
El alma de Don Aledo sigue siendo el alma de un poeta, por más que él se empeñe en afirmar que no es un escritor y que “hizo lo mismo que cualquiera”.
“Soy una isla en medio del océano, que es el tiempo. Una isla perdida, que quedó ahí en el medio. Una isla que está esperando que la arrase el agua”, dice para explicar esa suerte de secreta angustia que le ronda por la tardanza de la muerte.
Una de las cosas más difíciles de envejecer debe ser ver cómo el mundo que uno conocía, ese en el que depositaba sus alegrías y miserias, va cambiando. Y en esa mutación, como los seres queridos van desapareciendo.
En esa dirección, Aledo dice que se siente un poco fuera de lugar porque la gente de su generación ya no está. Aun así sus ojos se iluminan cuando menciona a Nydia, su esposa, o a sus amigos Guido Miranda, Ramón de las Mercedes Tissera, SavelioYurkevich o Ercilio Castillo, inmensos nombres de la cultura y la historia chaqueña.
Le voy a contar algo, me dice y comienza: “Yo conocí a mi esposa cuando me trasladaron a la escuela de Colonia San Antonio y ella vino a ocupar mi lugar en la otra escuelita. El director de la escuela de ella fue quien intercedió con un chiste. Me preguntó si me gustaba el nombre Nydia, sin que yo me diera cuenta qué me estaba preguntando. Les respondí que no. A la nueva maestra, le preguntó lo mismo y ella, que era más inteligente que yo, le dijo que el nombre Aledo le parecía raro”. Don Aledo sonríe con toda la cara y a uno se le antoja pensar en que el buen humor debe ser el remedio más efectivo para el paso del tiempo.
Don Aledo inmortalizó en un poema la ansiedad que le producía cabalgar de una a otra escuela por el monte chaqueño para ver a su amada y vale cada letra buscarlo en el libro Vida y Sueño Poesía Total de Aledo Luis Meloni, editado por Librería De la Paz.
De oficio, escritor
“No hay que exagerar, no es tanto lo escrito”, me dice Don Aledo y vuelve a negar su condición excepcional de escritor y poeta. “Lo que yo he escrito ha sido una cosa que ha venido solo cuando ha llegado, lo he escrito. Si no viene no lo he escrito. No tuve nunca el oficio del escritor que se sienta a escribir”, explica.
Sin duda la obra de Aledo Meloni es algo que está por encima de la literatura: su lengua es la poesía y la copla, un lenguaje que “le fue dado” y no un trabajo o un talento que se cultiva.
El paisaje y la gente del Chaco, junto con la lectura de Antonio Machado, potenciaron la semilla de escritor que estaba escondida en el corazón de Aledo. “Adquirí cierto estilo, a partir de la poesía de Machado, y es el que me acompaña desde siempre”, explica. Los versos venían cuando querían a Don Aledo y él los iba registrando en su libretita, igual a “por amor y por costumbre/ llevo una copla conmigo: primero en el corazón/ después en el bolsillo” rezan sus versos.
Lo curioso en Don Aledo es que no escribe por encargo, ni siquiera este oficio podría haberlo hecho así. “No podría haber sido nunca periodista porque no puedo escribir sobre algo que me indiquen, en la extensión que me indiquen y en el tiempo en que me indiquen”, dice risueño. Sin embargo, por 25 años fue corrector, primero en El Territorio y después en NORTE.
Con un cariño renovado, Don Aledo recuerda esos años por la redacción de NORTE, viviendo el vértigo del cierre del diario y en la forma artesanal del periodismo de hace 30 o 40 años. En su relato vuelven los nombres de Miguel Angel Fernández, Cristina Matta, Orlando Núñez y tantos otros que ya no están y formaron la gran familia del matutino.
"No podría haber sido nunca periodista porque no puedo escribir sobre algo que me indiquen, en la extensión que me indiquen y en el tiempo en que me indiquen"
Le cuento, me dice nuevamente, y comienza: “La única fechoría que hice en NORTE en 20 años fue escribir la frase de la noticia de cuando el Coro Polifónico del Chaco volvió de Arezzo y trajo una estatua de león de regalo. En esa época, se hacía una foto o dibujo de un hecho y se escribía debajo una frase que tenía un sentido humorístico. Ese día pedí que me dejen a mí escribir la frase y puse La municipalidad de Arezzo envió a la de Resistencia un león (otro más que come)” y estalla en carcajadas por su picardía.
Don Aledo puede afirmar que no es escritor ni periodista, pero sin duda es un afilado filósofo y su verso “si no borras con el codo, lo que escribes con la mano, tal vez no sueñes en vano, tal vez no mueras del todo”, es un salvavidas para la honestidad periodística ante la nada cotidiana.
Después de hablar con Don Aledo uno entiende que una forma feliz y perenne de la vida tiene que ver con la sencillez y el humor, especialmente en estos tiempos donde todo parece estar vaciado de persistencia cretinada, altanería y queja.
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