04. La Buena Noticia bajo la lupa

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Habiendo realizado un repaso de los autores no cristianos que hablan de Jesús, corresponde ahora detenernos en las principales fuentes que nos hablan de Él, que son los Evangelios, con un objetivo muy claro: Corroborar, por medio de la razón lo que creemos por la fe, esto es, la veracidad de lo que nos dicen los Evangelios.

Evangelio significa “buena noticia”, y esa “buena noticia” no es otra que la venida a la Tierra de Jesús, el Salvador de la humanidad.

Los Evangelios son la puesta por escrito de la predicación primitiva, la redacción documentada de los recuerdos y hechos de las enseñanzas de Jesús tal como eran comunicados por los apóstoles a las nacientes comunidades cristianas[1].

No estamos hablando de biografías en el sentido estricto y actual de esa palabra: «Normalmente, la intención principal de un biógrafo es escribir la vida completa de una persona determinada, recogiendo todo lo que se pueda saber sobre ella. Dos de los evangelios (Marcos y Juan) no nos dicen nada sobre los orígenes de Jesús, de su nacimiento, o de su vida anterior al encuentro con Juan Bautista. Marcos jamás menciona el nombre del padre legal de Jesús (José) y Juan jamás menciona el nombre de su madre (María; sí habla de la “madre de Jesús”, pero nunca nos da su nombre, si tuviésemos sólo a Juan, no sabríamos que se llamaba María). Esas lagunas ejemplifican la ausencia en los evangelios de una gran cantidad de datos biográficos que habrían sido incluidos si los evangelistas hubiesen escrito una biografía de Jesús (…) La afirmación de que los evangelios no son biografías, en modo alguno significa que sus retratos sean simples apreciaciones teológicas: son interpretaciones de una vida real, de unas palabras reales y de unos hechos reales»[2].

Pero que los Evangelios no puedan catalogarse estrictamente como biografías no quiere decir que no se ajusten a la realidad. Si Plutarco, autor de Vidas de personajes célebres y solo unos años más joven que los Evangelistas hubiera sido cristiano y pretendiera escribir una Vida de Jesús, seguramente utilizaría el mismo esquema de San Marcos: Aparición pública de Jesús para recibir el Bautismo en el Jordán; primera actividad como profeta anunciador del Reino en Galilea; éxito inicial coincidente con los primeros choques con los escribas y fariseos; actividad más retraída de Jesús centrada en la formación de sus discípulos; viaje a Jerusalén para la última Pascua; pasión, muerte y resurrección[3].

Debemos distinguir tres etapas en su formación:

En primer lugar, podemos hablar de una etapa previa a los Evangelios que es la predicación oral de Jesús.

La enseñanza de Jesús no tenía un carácter progresivo y teórico, sino que era una enseñanza práctica vinculada a cuestiones de la vida cotidiana, naciendo esta predicación muchas veces de preguntas que le realizaban sus oyentes[4].

Existe un trasfondo histórico, propio de la cultura judía, en la ausencia de testimonio escrito de parte de Jesús.

Todos los rabinos de su tiempo, cuyas enseñanzas eran básicamente interpretaciones de la Ley de Moisés, tenían prohibido por derecho consuetudinario[5] escribir los comentarios que se hacían de la Escritura, por una cuestión de respeto a Dios. Los discípulos de los rabinos debían aprender de memoria no solamente los textos sagrados, sino también los comentarios de los maestros. Todo se confiaba en aquel tiempo a la memoria, al punto de que las sentencias, opiniones, parábolas, cuentos, proverbios más famosos de los rabinos, pronunciadas entre el 175 a. C. y el  200/ 220 d. C. recién comienzan a pasarse por escrito cuando entre los judíos estuvo claro qué libros debían considerarse sagrados y cuáles no, unos doscientos años después de la muerte de Jesús[6].

En la época de Jesús, solamente una décima parte de la población sabía leer y escribir, y la información relevante para la comunidad siempre era transmitida por vía oral, sin la necesidad de una redacción definitiva y su fijación literaria. Pero que esto no invite a confusiones: Que las informaciones se difundieran verbalmente no debe llevar a pensar que el contenido de las mismas sea impreciso e irresponsable. Muy por el contrario, eran  transmisiones  sumamente efectivas, pues daban cuenta de la memoria colectiva y de los recuerdos más significativos de cada comunidad. Los recuentos orales jugaban un papel protagónico en aquellos tiempos, pues, al anteriormente mencionado aprendizaje de memoria de los textos y los mensajes significativos de los rabinos por parte de sus discípulos, se añade por ejemplo la memorización de las obras de Homero en los niños en la cultura helénica desde la temprana edad de siete años[7].

Luego de la Ascensión al cielo de Jesús, comienza la predicación de los apóstoles, pudiéndose distinguir aquí tres modos de predicar: Por un lado, la evangelización a los paganos para que se conviertan al cristianismo, denominada catequesis catecumenal; la predicación orientada a la instrucción de los bautizados, llamada catequesis bautismal; y la predicación para formar a los cristianos en las celebraciones litúrgicas, fundamentalmente en la Eucaristía. A su vez, en esta predicación se distinguen tres grandes tradiciones: La de Pedro, recogida en el Evangelio de San Mateo, que tuvo lugar en Palestina, y luego en Antioquía y Roma; la predicación de Pablo, desarrollada en sus viajes por el Asia Menor y Grecia, y posteriormente en Roma; y la predicación de Juan, en Palestina y en Asia Menor[8].

Hay otro aspecto que hizo en aquel momento que la redacción por escrito de los Evangelios fuera algo necesario: La proliferación de testimonios acerca de Jesús. Para dar una idea, entre el año 60 y el 200 se escribieron al menos unos veinte relatos con el tema de la vida o las palabras de Jesús, eso sin contar aquellos que han desaparecido sin dejar rastro alguno[9]. Tenemos una crónica referente a Cristo, como mínimo, cada siete años durante ese período de tiempo. Viviendo en lo que podríamos denominar la “era de las biografías”, autorizadas o no, esto puede parecer prácticamente nada, pero en aquel tiempo era una cantidad enorme de testimonios acerca de la figura de una persona. Entre tantas voces queriendo aportar su mirada sobre Jesús, quienes habían sido testigos o compañeros de ruta de los auténticos testigos, se vieron obligados a dejar por escrito un testimonio válido y confiable acerca de Cristo. No por nada el propio San Lucas comienza su Evangelio refiriéndose a que “varias personas han tratado de narrar las cosas que pasaron…” en clara referencia a la vida de Jesús.



[1] Gastone Boscolo: La Biblia en la historia. Ed. San Pablo. Bogotá. 2012.

[2] Raymond E. Brown: 101 preguntas y respuestas sobre la Biblia, pregunta 38. Ediciones Sígueme. Salamanca. 2002.

[3] M. Herranz Marco: Los Evangelios y la crítica histórica, VI. Ed. Cristiandad. Madrid. 1978.

[4] Gastone Boscolo: La Biblia en la historia. Introducción General a la Sagrada Escritura. Ed. San Pablo. Bogotá. 2012.

[5] Son normas jurídicas que no están escritas, pero se aceptan porque se ha vuelto costumbre cumplirlas. Se desprenden de hechos que se han repetido en el tiempo, en territorios concretos.

[6] Entrevista a Antonio Rivero. En internet: https://www.youtube.com/watch?v=bLHimOW23tE

[7] Samuel Pagán: Jesús de Nazaret: vida, enseñanza y significado. Ed. Clie. Barcelona. 2012.

[8] G. Lobo Menéndez, J. Gómez Oroño: Jesús, el Hijo de Dios. El mensaje Cristiano. Ed. Palabra. Madrid. 2010.

[9] Natale Benazzi: 1.001 hechos en la historia de la Iglesia (1ª. ed.) Ed. San Pablo. Bogotá. 2011.

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