Que levante la mano la poesía...

…Que se haga escuchar. Que salga a la calle, que discuta con los vecinos, que empuñe su voz, sus verbos, sus adjetivos cargados de futuro, su luz, su esperanza.

Que vocifere acerca de la obstinación de aquellos que permanecen aferrados a la locura, que grite sobre los minutos que se ahogan en lágrimas de mejillas inocentes.

Lejos estoy de adherirme a la tropa de aquellos que buscan herrumbre en los best seller de turno, simplemente le pido a la poesía que se cuele por las pequeñas hendijas que dejen los grandes tanques comerciales. Que el superclásico David Vs. Goliat se juegue ahora en territorio literario.

Asumo pedir algo ambicioso y delirante, ¿O acaso alguien se imagina la vidriera de una librería de una ciudad pequeña repleta de títulos de poetas contemporáneos? 

Los sonetos, los versos libres, los alejandrinos y toda la infinita gama de estilos que conforman la expresión poética deben ganarse – y por derecho propio – su espacio en las comunidades virtuales, en los estados de las redes sociales, en las millones de imágenes que pueblan la web a la espera de que alguna frase interesante las adorne.

Es imperioso que la indiferencia donde vive el silencio sea reemplazada por un asombro que convoque a las palabras “necesarias como el aire que exigimos trece veces por minuto”.

Quiero, para finalizar, traer a colación una frase muy concisa del maestrísimo Joaquín Sabina:

“La poesía huye, a veces, de los libros para anidar extramuros, en la calle, en el silencio, en los sueños, en la piel, en los escombros, incluso en la basura. Donde no suele cobijarse nunca es en el verbo de los subsecretarios, de los comerciantes o de los lechuguinos de televisión.”

Brindo por una poesía que avance utilizando como escudo la belleza de sus palabras. Y ahí radica el ser o no ser: Si sus palabras no son bellas (no confundir con melifluas) entonces no habrá escudo. Y sin escudo, no hay defensa posible.

© Mariano Torrent 2014