Nada puede malir sal


Nada puede malir sal si a los agrotóxicos los
llamamos productos fitosanitarios, si escondemos los 
desastres debajo de la alfombra de la estadística.

Si todos los ordenadores tienen virus, y
usamos el estetoscopio de boleadora, si anuncian
a diario el Armagedón con sonrisa deslumbrante.

Si garabateamos las obras de arte, si el
mayor lujo cotidiano es fruncir el entrecejo,
si el postre es litio con fluvoxamina.

Si somos un hedge fund administrado por
hámsters con filosofía de gángsters, si bajo
la manga guardamos el 4 de bastos.

Si se escucha de fondo el ranking
de una FM presentando el penúltimo eslabón
en la destrucción de los recursos intelectuales.

Si soñamos sueños de segunda mano, si desmalezamos 
las agujas de un reloj siempre atrasado, si los espejos 
benévolos fueron reemplazados por los indiferentes.

Si arrendamos torbellinos y coleccionamos vientos
de primera edición, si desinfectamos el odio
con el mejor semblante que podemos ostentar.

Si nos resignamos a votar al que sospechamos menos
malo y continuamos sin saber qué nombre ponerle
al despecho que arrebata el sueño al ambicioso.

Si cuando la impotencia manda la resignación obedece; 
si planeamos ser dueños de nuestras decisiones y 
terminamos siendo súbditos de nuestros errores.

Si la ley licita su amistad a cualquiera que
desee sobornarla, si las sirenas de los barcos
anuncian que el ocaso llega con la lengua afuera.

Si se juega para perder, y bostezamos con
grandes aspavientos para subrayar la abulia ante una 
actividad comercial con reglas firmadas con sangre.

Si la publicidad ofrece a algunos lo que niega a otros,
si se vuelven pequeños los grandes amores, si quien
no corre detrás de ciertos estándares simula existir.

Si se enluta la luz, y ningún acontecimiento
importa demasiado, si ha nacido destinado
al olvido cuando lo permita la ocasión.

Si el futuro viaja a la deriva y fugitivo,
y el sol parece nacer muerto cada mañana, si
la quinta pata del gato es un recurso judicial.

Si alimentamos con leche negra una cadena
de injusticias tristemente consentidas, donde la 
clemencia con el vencido ya no suele practicarse.

Si hasta la más pequeña de las ciudades es
un supermercado a gran escala, si cada momento
es bueno para andar pidiendo prestado errores.

Si al sonido de la libertad lo tapan sirenas de 
ambulancias, si somos hormigas disimulando las ojeras,
si el miedo manda y el coraje mira para otro lado.

Si hoy nadie hace su vida… La compra
por ahí, y le cuesta cara… Si cuidamos con
esmero el recibo que dejan los bofetones simultáneos.

Si la displicencia, mezquinamente lúcida, se sigue 
apilando, y no hay mayordomo de modales delicados
y angustias impagas que la venga a ordenar.

Consumo, luego existo.
Gasto, luego existo.
Debito, luego existo.
Completo un captcha, luego existo.

Posesión. Usufructo. Acumulación. Adquisición. 
Disfrute. Detentación. Tenencia. Acopio.
Las palabras que definen estos
tiempos donde vivir es acaparar.

Nada puede malir sal… Hasta
que se acaba la garantía.

Nada puede malir más salado de
lo que ya viene salando si…

Se muere la compasión
sin buenos samaritanos,
se alimenta la corrupción
si pasean de la mano
la injusticia y el poder.

Vinagre en las cicatrices,
alegría en cuentagotas,
a falta de finales felices
nos siguen vendiendo en cuotas
naciones por demoler.

Todo empezó a malirnos sal desde
que nos dijeron la dignidad o
la vida, y elegimos claudicar...

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