El lenguaje no es otra cosa que la exteriorización codificada de las cosas que uno siente. Yo, por ejemplo, no siento la poesía. A mí me conmueven cosas que dan francamente vergüenza. Por ejemplo, me voy a cortar la barba regularmente y hace muchísimos años a "La Tijera Loca", una peluquería atendida por Lozano padre e hijo, que tienen dos slogans: "Los cortes de Lozano se peinan con la mano" y "Corte por Lozano". Un día voy y no lo veo al padre, y le pregunto al hijo, que me dice "no sabés lo que pasó: se murió, acá mismo, estaba cortando el pelo y se murió". Ahí me tenté, porque pensé cómo le quedó el corte al tipo, y me imaginaba su pobre destino, porque no tenía derecho al pataleo; y supongo que se tuvo que ir, y habrá ido a otra peluquería, y el otro peluquero le habrá preguntado ¿Qué le pasó? Se me murió el peluquero. Y el otro peluquero le debe haber dicho ah, yo no se lo corto. Y debe estar vagabundeando por ahí, sin que nadie lo atienda.
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