Escribir poesía es poner a navegar una serie de conceptos en un mar
embravecido sin atreverse a mirar que rumbo toman esas ideas. Quién
pretenda enriquecerse con este género estará destinado a ver sus bolsillos
callar para siempre. Y si el factor económico no es la prioridad,
¿Entonces cuáles son las razones que llevan a un autor a lanzar al
inmenso mar de la literatura esa silenciosa botella que quizá muy
pocos recojan?
En su poema "La vida importa", el español David Eloy Rodríguez sostiene
que "importa contar historias, hacer equilibrios sobre la cuerda, disipar el
miedo". De eso se trata la poesía, de señalar lo inadvertido, de mirar hacia
el abismo como la mejor terapia. En mi caso particular, escribo porque hay
mucha injusticia acumulada detrás de la liviandad con qué las estadísticas,
sutil edulcorante numérico, presentan lo peligroso que es vivir en estos días.
No pretendo presentarme como un ecuánime testigo y cronista de lo cotidiano.
Asumo ser tan parcial como cualquiera. Toda cosmovisión, incluso con las
mejores intenciones, no deja de presentar una imagen fragmentaria y en gran
medida inexacta del todo inabarcable que conocemos con el nombre de
realidad. Aunque esa realidad actualmente, más que nombre es un seudónimo.
Podría decirse que de ese cognomen en desuso al que llamamos realidad
rasguño la parte que puedo para transformarla, en el mejor de los casos,
en palabras.
Es evidente que el poema no tiene ningún tipo de influencia performativa
sobre el devenir de los tiempos. Ningún par de versos cambia la historia,
pero cuanto menos la poesía como ejercicio puede conformarse (como si
habláramos de algo tan minúsculo) con acompañar, sentir y deshojar el
paso del tiempo y su contexto.
Adhiero a lo expresado por Eladio Orta, acerca de que "los poetas sufren
inundaciones de preguntas y sequías de respuestas". A este libro, incluso
más que una suerte de denuncia de este tiempo que nos tocó vivir, lo
sobrevuela una especie de catarsis. Mi proceso de escritura normalmente es
ciclotímico, con un eufórico desánimo por estrenar a cada instante. Resulta
necesario también sembrar penumbras en donde creemos disponer de todas
las certezas, porque a veces estar muy convencidos de algo tiene la mala
costumbre de enceguecernos.
En esta serie de poemas voy a hablar sobre el mundo, lo voy a nombrar, a
describir, buscando las señales que a simple vista no pueden verse, porque
es aquí donde ocurren los desencuentros, los errores, donde convergen
felicidad y podredumbre.
Voy a intentar descifrar el mundo, o al menos, voy a mentirme un poco y
creer que puedo hacerlo...
No hay comentarios :
Publicar un comentario